En el mundo laboral de 2025, donde las comunicaciones digitales son el pan de cada día, hay ciertas conductas que pueden convertirte en el blanco de suspiros y miradas de fastidio en la oficina. Una de las más exasperantes es esa costumbre anticuada de llamar por teléfono a un colega para avisarle que «le mandaste un mail», especialmente cuando sabés que esa persona está todo el día revisando su bandeja de entrada. Si querés evitar hacer el ridículo y, de paso, no ganarte el título de «compañero más irritante», esta regla es para vos.
Imaginemos la escena: estás en tu escritorio, enviás un correo con el informe que te pidieron, y en lugar de confiar en que tu colega lo va a ver (porque, sorpresa, está todo el día trabajando con el correo abierto), decidís levantar el teléfono y llamarlo. «¿Viste que te mandé un mail con el informe?», preguntás, mientras del otro lado se escucha un silencio incómodo, seguido de un «sí, ya lo vi» que suena más a «por favor, dejá de interrumpirme». Este hábito no solo es innecesario, sino que también demuestra una falta de confianza en los procesos digitales y una desconexión total con las dinámicas modernas de trabajo.
Primero, hablemos de lo obvio: si tu colega está todo el día frente a la computadora, revisando correos como parte de su rutina, tu mail no va a pasar desapercibido. Las notificaciones están ahí para algo, y salvo que el servidor de la empresa haya colapsado (cosa que, admitámoslo, no pasa todos los días), tu correo ya está en su bandeja de entrada, probablemente con un «no leído» bien visible. Llamar para avisar no hace que el mensaje llegue más rápido; solo interrumpe el flujo de trabajo de la otra persona, que quizás estaba concentrada en responder otro correo, preparar una presentación o, simplemente, tomándose un segundo para respirar entre tantas reuniones virtuales.
Además, este comportamiento tiene un aire de ansiedad que no te hace quedar bien. Llamar para confirmar que alguien recibió tu mail da la impresión de que no confiás en que la otra persona haga su trabajo o que sentís que tu correo es tan importante que merece una atención inmediata. En un entorno laboral donde todos están lidiando con decenas de correos diarios, esa actitud puede ser percibida como arrogante o, peor aún, como una falta de respeto al tiempo del otro. Si el asunto es urgente, marcá el correo como «alta prioridad» o agregá una línea en el asunto que deje claro que requiere atención inmediata. Pero, por favor, no hagas que el teléfono suene solo para decir algo que el sistema ya se encargó de comunicar.
Hay excepciones, claro. Si estás trabajando en un proyecto crítico, con plazos ajustados, y tenés razones reales para pensar que el correo podría no haber llegado (por ejemplo, un problema técnico confirmado), una llamada rápida puede estar justificada. Pero incluso en esos casos, un mensaje breve por chat interno –»Che, te mandé un mail urgente, ¿lo recibiste?»– es mucho menos invasivo que una llamada. Y si tu colega no está respondiendo, tal vez sea porque está ocupado, no porque no vio tu correo. Dale un margen razonable antes de insistir.
En el fondo, esta regla se trata de adaptarse a las normas de comunicación del siglo XXI. En una época donde las herramientas digitales están diseñadas para hacernos la vida más fácil, aferrarse a prácticas innecesarias como esta te hace parecer desactualizado, como si todavía mandaras faxes o dejaras notas en un buzón físico. La próxima vez que sientas la tentación de levantar el teléfono para avisar que mandaste un mail, respirá hondo, confiá en la tecnología y dejá que el correo haga su trabajo. Tu colega te lo va a agradecer, y vos vas a evitar un momento de ridículo que, aunque pequeño, puede sumarse a la lista de cosas que te hacen «ese compañero» del que todos hablan en el almuerzo.