En este abril de 2025, Argentina parece estar dejando atrás años de incertidumbre cambiaria, y con ello, el turismo –uno de los motores económicos del país– comienza a florecer de una manera que recuerda los días de estabilidad de la década del 90. Durante los años del «uno a uno», el peso argentino, atado al dólar, permitió a los argentinos viajar al exterior con facilidad, pero también atrajo a millones de turistas extranjeros que veían en nuestro país un destino accesible y lleno de maravillas. Hoy, con un peso que se fortalece y una inflación que, según datos recientes, ha bajado al 118% anual en 2024 –una reducción significativa–, el panorama es alentador.
En los 90, la paridad cambiaria dio estabilidad, pero tuvo un costo: la economía se volvió rígida, y la devaluación del real brasileño en 1999 dejó al país en desventaja competitiva, afectando exportaciones y turismo receptivo. Ahora, en cambio, el resurgimiento del peso viene acompañado de políticas más flexibles y pragmáticas. El gobierno de Javier Milei ha implementado medidas como el blanqueo de capitales, que inyectó más de 19.000 millones de dólares al sistema financiero en 2024, fortaleciendo el peso y reduciendo la brecha con el dólar paralelo. Esto no solo estabiliza la moneda, sino que hace que Argentina sea un destino atractivo para los extranjeros sin sacrificar la competitividad de sus exportaciones.
El turismo interno está en auge. Con un peso más fuerte, los argentinos están redescubriendo destinos locales como Bariloche, Mendoza y las Cataratas del Iguazú. Según proyecciones recientes, el crecimiento económico del 6% estimado para 2025 impulsa el consumo, y el sector turístico se beneficia directamente: se espera que este año se transporten 1,3 millones de pasajeros solo en enero, un 12% más que en 2023. Los hoteles, que reflejan la identidad local a través de su gastronomía y servicios, están viendo una ocupación récord, y la llegada de la Guía Michelin a Argentina ha elevado aún más el estándar de calidad, atrayendo a viajeros de alto poder adquisitivo.
A nivel receptivo, la estabilidad del peso está atrayendo nuevamente a turistas de la región y del mundo. Aunque en 2024 el fortalecimiento del peso hizo que Argentina se volviera «cara en dólares» para algunos visitantes latinoamericanos –como uruguayos y chilenos, cuyas visitas cayeron hasta un 50% en noviembre–, los turistas de Europa y Norteamérica están llegando en mayor número, con un aumento del 3,5% de europeos en el mismo período. Esto diversifica el mercado y reduce la dependencia de los países limítrofes, un problema que se vio agravado en los últimos años por la volatilidad cambiaria.
La estabilidad del peso no solo beneficia a la industria turística, sino a todos los argentinos. Un tipo de cambio competitivo permite que las divisas ingresadas por el turismo se traduzcan en más recursos para el Estado, que pueden destinarse a infraestructura, educación y salud. Además, el sector genera un millón y medio de empleos –casi el 10% del PBI–, lo que significa más oportunidades laborales para los jóvenes y las comunidades locales. La revitalización de destinos como la Quebrada de Humahuaca o Cafayate, declarados Patrimonios de la Humanidad, también fomenta el orgullo nacional y preserva nuestra identidad cultural.
Mirando hacia el futuro, Argentina tiene la oportunidad de consolidar este resurgimiento. Si el gobierno mantiene la disciplina fiscal y las políticas que fortalecen el peso, el país puede convertirse en un líder turístico regional, como lo fue en 2022, cuando superó las expectativas de recuperación pospandemia con un impacto económico de 3.400 millones de dólares. La estabilidad cambiaria, combinada con la riqueza natural y cultural de Argentina, es la clave para un crecimiento sostenido que beneficie a todos. El eco de los 90 nos enseña que la estabilidad es posible, y hoy estamos en el camino correcto para repetir esa historia, pero con un final aún más prometedor.