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La Lenta Pesadilla de los Conductores que No se Adaptan

Conducir en una ciudad como Buenos Aires, en este 2025, ya es un desafío de por sí: bocinas, peatones apurados, y un tráfico que parece no dar tregua. Pero hay un tipo de conductor que logra sacar de quicio incluso al más paciente: aquellos que se incorporan a una avenida por la izquierda, a un ritmo de 20 km/h, y se mantienen a esa velocidad como si estuvieran paseando por un parque, ignorando por completo el flujo de la vía a la que acaban de entrar.

El problema no es solo una cuestión de tiempos –que, en una ciudad donde cada minuto cuenta, ya es grave–. Es una cuestión de seguridad y respeto. Las avenidas principales, como Corrientes o Rivadavia, suelen tener límites de velocidad de 60 km/h, y el tráfico normalmente se mueve a ese ritmo o un poco menos. Cuando alguien entra desde una calle lateral a paso de tortuga y no acelera para adaptarse, fuerza a los demás conductores a frenar abruptamente, cambiar de carril sin previo aviso o, peor aún, arriesgarse a un choque por la diferencia de velocidad. Es un efecto dominó que genera estrés, maniobras peligrosas y, muchas veces, accidentes que podrían evitarse.

No se trata de exigir que todos manejen como si estuvieran en una carrera, pero sí de entender que conducir es un acto colectivo. Si te incorporas a una avenida, tu responsabilidad es ajustarte al ritmo de la vía, no imponer el tuyo. Esa falta de empatía al volante refleja un problema más profundo: muchos conductores parecen olvidar que no están solos en la calle. No es solo tu auto, tu tiempo o tu comodidad; es la seguridad de todos.

En un país donde las estadísticas de accidentes viales siguen siendo alarmantes –según datos del Ministerio de Transporte, en 2024 se registraron más de 4.000 víctimas fatales por siniestros viales–, estas conductas no son un simple “detalle”. Son un riesgo concreto. Y aunque no todos los que manejan a 20 km/h en una avenida lo hacen por desidia –algunos pueden ser conductores novatos o estar enfrentando una emergencia–, la mayoría simplemente parece no darse cuenta del impacto de sus acciones.

Es hora de que, como sociedad, tomemos conciencia de que manejar no es solo un derecho, sino una responsabilidad. Respetar las velocidades, adaptarse al flujo del tráfico y pensar en el otro son actitudes que pueden salvar vidas. Mientras tanto, a esos conductores que entran a las avenidas a paso de caracol, solo les pedimos una cosa: pisen un poco el acelerador, o al menos dejen el carril izquierdo libre para los que sí quieren circular al ritmo de la ciudad.

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