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Automovilistas, Bajen un Cambio y Aprendan a Convivir

Bienvenidos a “Reglas para no hacer el ridiculo”, una nueva sección donde vamos a hablar sin filtro de esas cosas que nos sacan de quicio en la vida diaria, pero con un objetivo noble: ayudarnos a ser mejores personas en sociedad. Porque, seamos sinceros, a veces parece que convivimos con humanos que se olvidaron las reglas básicas de urbanidad en el cajón de los calcetines. Para arrancar con todo, hoy vamos a poner la lupa sobre un grupo que nos afecta a todos, ya sea que manejemos, caminemos o intentemos cruzar la calle sin jugar al Tetris con los autos: los automovilistas. Sí, señores y señoras al volante, llegó el momento de bajar un cambio y aprender a compartir el espacio público como corresponde.

Empecemos por un clásico que todos hemos vivido en las calles argentinas: el concierto improvisado de bocinas. Estás en un semáforo, la luz se pone en verde, y antes de que puedas siquiera pestañear, el de atrás ya está tocando bocina como si fuera su última misión en la Tierra. ¿En serio, amigo? ¿No podés esperar dos segundos a que el de adelante arranque? Entendemos que estés apurado para llegar a la panadería antes de que se acaben las medialunas, pero la bocina no es un instrumento musical ni una terapia para descargar tu estrés. Usala con moderación, solo para alertar de un peligro real, no para apurar al prójimo. Regla de oro: si vas a tocar bocina, que sea porque viste un ovni aterrizando en la 9 de Julio, no porque el de adelante tardó un segundo en reaccionar.

Otro hábito que merece un capítulo aparte es el arte de estacionar… o más bien, el desastre de estacionar. Hay automovilistas que parecen creer que las líneas blancas en el pavimento son meras sugerencias decorativas. ¿Cuántas veces viste un auto ocupando dos lugares en un estacionamiento, o peor aún, bloqueando la salida de otro vehículo? En Palermo, el otro día, un vecino dejó su SUV estacionado en diagonal, ocupando tres lugares y dejando una nota que decía: “Vuelvo en 5 minutos”. Spoiler: no volvió en 5 minutos, y el resto de los conductores pasaron 20 minutos imaginando formas creativas de rayarle la pintura sin que los descubran. Querido conductor, estacionar bien no es un talento innato, pero tampoco es física cuántica. Tomate un segundo, ajustá el volante y dejá el auto como corresponde. Si no sabés cómo, hay videos en YouTube que te enseñan a estacionar en paralelo en menos de 3 minutos. No hay excusas.

Y ni hablemos de los que convierten las calles en una carrera de Fórmula 1. En avenidas como Libertador o Juan B. Justo, algunos automovilistas manejan como si estuvieran audicionando para una película de Rápido y Furioso. ¿De verdad necesitan ir a 80 km/h en una zona donde el límite es 40? ¿Qué están persiguiendo, el récord mundial de multas? No solo ponés en riesgo tu vida, sino también la de los peatones, ciclistas y otros conductores. Hace poco, en Belgrano, un conductor apurado casi se lleva puesto a un señor mayor que cruzaba con su bastón. El hombre, con una calma envidiable, le gritó: “¡Si querés correr, andá a la maratón!”. Tiene razón. Las calles no son una pista de carreras. Respetá los límites de velocidad y acordate de que llegar 2 minutos antes no vale más que la seguridad de todos.

Pero no todo es culpa de los que manejan. Los peatones también tenemos que hacer autocrítica. Si estás cruzando la calle, por favor, no lo hagas mirando el celular como si estuvieras descifrando el código Da Vinci. Los autos no tienen visión de rayos X, y si vas distraído, el riesgo de un accidente se multiplica. Levantá la cabeza, mirá a ambos lados y cruzá rápido. Y si estás esperando en una esquina, no te pares justo en la rampa para personas con discapacidad. Esas rampas no son un banco para esperar el colectivo, son para que alguien con movilidad reducida pueda bajar la vereda sin hacer malabares.

Ahora, hablemos de un tema que nos une a todos: el respeto por las señales de tránsito. Los semáforos no son adornos navideños, y las cebras no son solo rayas blancas para hacer más lindas las calles. Si el semáforo está en rojo, parás. Si hay una cebra, dejás pasar al peatón. Parece obvio, pero en ciudades como Buenos Aires, a veces parece que las señales de tránsito son opcionales. El otro día, en el cruce de Corrientes y Callao, un conductor se pasó un semáforo en rojo y casi provoca un choque en cadena. Cuando otro automovilista le reclamó, respondió: “Total, no venía nadie”. ¿En serio? Ese “total, no venía nadie” es el motivo por el que las estadísticas de accidentes viales en Argentina no bajan. Según datos recientes del Ministerio de Transporte, en 2024 hubo más de 3.900 muertes por accidentes de tránsito en el país, muchas de ellas evitables con un poco más de responsabilidad al volante.

Entonces, ¿cómo hacemos para ser mejores humanos en la calle? Acá van algunas reglas básicas de convivencia que todos podemos seguir:

  • Dales prioridad a los peatones: Si ves a alguien esperando para cruzar, frená y dejalo pasar. No cuesta nada y te ganás un “gracias” que te va a alegrar el día.
  • Usá las luces de giro: Esas palanquitas al lado del volante no son decorativas. Si vas a doblar, avisá con tiempo. No esperes que los demás adivinemos tus intenciones.
  • No bloquees las intersecciones: Si estás en un embotellamiento, no avances hasta que estés seguro de que podés cruzar por completo. Quedarte en el medio de la intersección solo genera más caos.
  • Sé paciente: Sí, sabemos que el tráfico en hora pico es un infierno, pero gritarle al de adelante o tocar bocina no va a hacer que los autos desaparezcan mágicamente. Respirá hondo, poné música y aceptá que a veces hay que esperar.

En Imago, creemos que con pequeños cambios podemos hacer una gran diferencia. No se trata de ser perfectos, sino de ser un poco más conscientes de cómo nuestras acciones afectan a los demás. Así que, automovilistas, bajen un cambio, literalmente y figurativamente. Y a todos los que compartimos el espacio público, recordemos que la calle es de todos: manejemos, caminemos y convivamos con respeto. Si cada uno pone su granito de arena, tal vez algún día podamos circular sin sentir que estamos en una selva de asfalto. ¿Qué opinás? ¿Qué otras “malas costumbres” te sacan de quicio? ¡Contanos!

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