Home / Turismo / Día 1 – De San Martín a Cañuelas: Descubriendo el Corazón Rural de Buenos Aires

Día 1 – De San Martín a Cañuelas: Descubriendo el Corazón Rural de Buenos Aires

Hoy, 29 de abril de 2025, comenzó mi recorrido por las rutas argentinas, partiendo desde mi casa en San Martín, Buenos Aires. Eran las 6:30 de la mañana cuando salí, con un cielo despejado y una temperatura fresca de 14°C que anunciaba un día ideal para viajar. Mi destino inicial era Cañuelas, a unos 60 kilómetros al sur, una ciudad conocida por su tradición agropecuaria y su ubicación estratégica en el corazón de la provincia de Buenos Aires. Con el termo lleno de mate y una playlist de rock nacional sonando –desde La Renga hasta Divididos–, emprendí el camino en mi Citroën C4 Picasso, rumbo a la Autopista Ricchieri para tomar la Ruta Nacional 3.

La salida desde San Martín por la Avenida General Paz fue tranquila a esa hora, con el tráfico habitual de camiones y autos rumbo al centro de Buenos Aires. La Autopista Ricchieri, que conecta con la RN 3, estaba en buen estado, con asfalto renovado y carriles bien señalizados, aunque algunos carteles mostraban signos de desgaste por el paso del tiempo. Al dejar atrás el peaje de Monte Grande, el paisaje urbano del conurbano comenzó a transformarse: los edificios y galpones dieron paso a extensos campos verdes, salpicados de vacas y silos, mientras el sol subía en el cielo, elevando la temperatura a 16°C. La RN 3, aunque mayormente lisa, tenía algunos baches en los tramos más alejados, un recordatorio de que las rutas del interior bonaerense a veces necesitan más atención.

Llegué a Cañuelas a las 8:30 de la mañana, una ciudad que se destaca por su rol en la producción agropecuaria y su historia ligada al ferrocarril. Al entrar, la RN 3 se convierte en la Avenida Libertad, una arteria principal flanqueada por casas bajas y negocios tradicionales. El centro de Cañuelas gira en torno a la Plaza San Martín, un espacio verde rodeado de plátanos y tilos, con bancos de madera y una estatua ecuestre del prócer en el centro. La plaza estaba tranquila, con algunos vecinos paseando perros y un grupo de jubilados charlando bajo la sombra de los árboles. A pocos metros, la iglesia Nuestra Señora del Carmen, con su fachada de ladrillos rojos y una torre que data de 1880, añade un toque histórico al paisaje urbano.

Cañuelas es conocida por su mercado de hacienda, uno de los más importantes de la provincia, y su tradición en la producción de lácteos. Decidí explorar un poco más y me acerqué al Museo de la Tradición, un pequeño espacio que exhibe herramientas agrícolas y objetos de la vida rural del siglo XIX, reflejando la identidad de la región. El clima seguía siendo agradable, con 18°C y un sol que calentaba sin agobiar, aunque hacia el oeste se veían algunas nubes que insinuaban una posible lluvia más tarde.

Desde Cañuelas, tomé la Ruta Provincial 6 hacia el oeste, una vía en excelente estado, con asfalto liso y banquinas amplias, ideal para disfrutar del paisaje rural bonaerense. La RP 6 atraviesa campos de trigo y maíz, con hileras de eucaliptos que bordean el camino, proyectando sombras que dan un respiro al calor del mediodía, que alcanzó los 20°C. A la altura de Las Chacras, un pequeño paraje rural, se pueden ver silos plateados brillando bajo el sol y alambrados que separan los campos, un escenario típico de esta zona productiva.

Mi siguiente parada fue Uribelarrea, un pueblo pintoresco a pocos kilómetros de Cañuelas, que parece detenido en el tiempo. Al llegar por la RP 6, el asfalto da paso a calles de tierra que serpentean entre casas de adobe y almacenes de campo. Uribelarrea es famoso por su estética rural y su historia: fundado a fines del siglo XIX por inmigrantes, conserva edificaciones como la Escuela Agrotécnica Salesiana, un imponente edificio de 1892 rodeado de árboles centenarios. La Plaza Centenario, el corazón del pueblo, está enmarcada por acacias y una pequeña capilla blanca, con bancos donde los vecinos se reúnen a charlar. El aire olía a pasto fresco, y el silencio del lugar solo era interrumpido por el canto de los pájaros.

Uribelarrea también es conocida por su producción artesanal, especialmente de quesos y cervezas. Cerca de la plaza, visité un almacén tradicional, El Palenque, donde se exhiben productos locales: desde salames caseros hasta dulces de leche de la zona. La dueña, una mujer de unos 50 años, me explicó que el pueblo vive del turismo rural y que los fines de semana se llena de visitantes que buscan desconectarse de la ciudad. Mientras recorría el lugar, una llovizna fina comenzó a caer, cubriendo el cielo de nubes grises y bajando la temperatura a 17°C. El ambiente se volvió más fresco, y el polvo de las calles de tierra se asentó con la lluvia.

El almuerzo fue en La Uribeña, un restaurante tradicional frente a la plaza, donde sirven platos típicos de la región. La milanesa con puré era abundante y estaba acompañada de un pan casero que resaltaba el sabor casero de la comida. Desde la ventana del restaurante, veía cómo la lluvia caía suavemente sobre los campos, mientras el viento movía las copas de los árboles. Uribelarrea, con su calma y su estética de pueblo de antaño, es un destino perfecto para quienes buscan un escape tranquilo a pocos kilómetros de Buenos Aires.

Por la tarde, retomé la RP 6 hacia el sur, con la lluvia intensificándose un poco, lo que redujo la visibilidad y me obligó a conducir con más cuidado. La ruta seguía en buen estado, y los campos a ambos lados estaban empapados, con charcos reflejando el cielo gris. Decidí buscar un lugar para pasar la noche y regresé a los alrededores de Cañuelas, donde encontré un hotel sencillo, El Horizonte, en las afueras de la ciudad. Eran las 6:30 de la tarde cuando llegué, y la temperatura había bajado a 15°C.

El hotel, una construcción modesta de una planta con paredes blancas y tejas rojas, ofrecía habitaciones básicas pero cómodas, con vista a un campo cercano donde pastaban algunas vacas. La lluvia había parado, y el sol se asomó justo antes de ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y violetas. Me instalé en mi habitación, que tenía una cama con frazadas gruesas y una ventana que dejaba entrar el aroma a tierra mojada. Mientras escribo estas líneas, escucho el sonido de los grillos y veo cómo la noche cae sobre el paisaje rural. Cañuelas y Uribelarrea me mostraron hoy la esencia del interior bonaerense: una combinación de historia, tradición y naturaleza que invita a seguir explorando. Mañana continuaré hacia el sur, con la expectativa de descubrir más rincones de este país inmenso.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *