Imaginá caminar por la avenida Santa Fe con una campera que no solo te queda perfecta, sino que crece con vos, cambia de color según tu humor y se repara sola si se engancha con algo. No es una película de ciencia ficción: la moda del futuro, impulsada por la inteligencia artificial (IA) y la biofabricación, está transformando lo que significa “vestir bien”. Pero en Argentina, donde la industria textil lucha contra la inflación y la competencia importada, ¿puede este salto tecnológico ser una oportunidad o solo un sueño para pocos?
La IA ya está diseñando ropa. Plataformas como las que usan diseñadores en Milán y Nueva York permiten crear patrones en minutos, optimizando talles y reduciendo desperdicios. En paralelo, la biofabricación —telas hechas de microorganismos, como el cuero de hongos o el algodón cultivado en laboratorio— promete ser más sostenible que el algodón tradicional o el cuero vacuno, algo clave en un mundo que enfrenta el cambio climático. Argentina, con su tradición ganadera y textil, podría subirse a esta ola. Empresas locales como Bioceres ya experimentan con biotecnología, y startups en Rosario y Córdoba están explorando telas sostenibles. Pero el camino no es tan simple.
Por un lado, esta revolución podría revitalizar la industria textil argentina, que emplea a miles de personas pero sufre por costos altos y poca innovación. Imaginate fábricas en el Gran Buenos Aires produciendo ropa “viva” que no necesita pesticidas ni grandes extensiones de tierra. Además, la IA podría democratizar el diseño, permitiendo que emprendedores locales compitan con marcas globales sin salir de su taller.
Pero no todo brilla. Estas tecnologías son caras, y en un país con bolsillos ajustados, ¿quién va a pagar por una remera que “respira”? La brecha digital también juega en contra: mientras Buenos Aires y Rosario podrían adoptar estas innovaciones, ¿qué pasa con las provincias donde internet sigue siendo un lujo? Y no hablemos del elefante en la habitación: ¿aceptará el consumidor argentino usar ropa hecha de bacterias? En una cultura donde la tradición pesa, el “cuero de hongo” puede sonar más a experimento que a moda.
El mundo avanza hacia un guardarropa futurista, y Argentina tiene el talento para sumarse. Pero sin inversión en infraestructura, formación y políticas públicas, corremos el riesgo de quedar mirando desde la vidriera. ¿Estamos listos para vestir el futuro, o seguiremos remendando el pasado? La respuesta, como siempre, está en nuestras manos.