Un cruce diplomático de suma importancia en el Amazonas, donde Colombia denuncia la entrada aérea peruana que amenaza con alterar décadas de acuerdos sobre soberanía. Petro y Boluarte se enfrentan en una batalla por un islote con potencial ecológico inigualable.
En los días recientes, el pequeño archipiélago de Santa Rosa ha convertido en el epicentro de un fuerte cruce diplomático entre Colombia y Perú. Según reportes oficiales del departamento amazónico del Putumayo (Perú), un avión militar colombiano fue detectado ingresando a su espacio aéreo para realizar reconocimiento sobre la isla, territorio que el gobierno del presidente Gustavo Petro ha enfatizado como parte de sus reclamos fronterizos.
Este incidente no es casual. Santa Rosa, con extensiones de apenas 10 hectáreas, ha sido históricamente un punto focal en las relaciones binacionales. Pero más allá del conflicto territorial, la isla representa algo mucho más valioso: una singular responsabilidad ecológica. Ubicada estratégicamente para preservar la biodiversidad única del Amazonas y proteger sus ricos recursos naturales, Santa Rosa es el corazón de un santuario ambiental que no puede ser comprometido por intereses políticos o acciones militares.
El gobierno colombiano parece reaccionar con rapidez. El canciller Carlos Holmes Trujillo ha emitido una declaración formal indicando que las autoridades peruanas deben respetar la soberanía aérea de Colombia sobre este territorio, pero no se han presentado detalles específicos del protocolo seguido por el avión en disputa.
La tensión diplomática escaló aún más cuando Petro expresó claramente su postura: ‘Santa Rosa es nuestra tierra y cualquier intento de violar su espacio aéreo merece una respuesta firme’. El presidente colombiano, Iván Duque, por su parte, ha pedido prudencia en las relaciones con Perú, destacando el valor ambiental del área.
Este enfrentamiento no solo pone a prueba la capacidad diplomática entre ambos países. También representa un riesgo para los esfuerzos conjuntos de conservación que se han llevado a cabo allí durante años. La comunidad científica alerta sobre las consecuencias potenciales: disturbios en el ecosistema, posibles afectaciones a especies migratorias y daños irreversibles al fitoplancton local.
Santa Rosa es más que un simple punto geográfico; es una responsabilidad global. La comunidad internacional está de cerca observando esta situación, recordándonos que los recursos naturales del Amazonas son sagrados y no deben ser utilizados como herramienta política.