Una investigación reciente señala que la actividad física regular y una alimentación saludable pueden mitigar los efectos tóxicos del alcohol en el hígado, reduciendo marcadores de lesión hepática y mejorando la función en pacientes de consumo moderado.
Un estudio publicado por un equipo internacional de fisiología clínica ha confirmado que el ejercicio físico y la adopción de una dieta mediterránea influyen de manera positiva en la salud hepática de personas que consumen alcohol de forma regular. La investigación, basada en un ensayo controlado y aleatorizado, analizó a cientos de adultos con historial de consumo moderado y les asignó cuatro grupos: uno solo con ejercicio, otro solo con dieta, un tercio con ambos, y un grupo control sin intervención adicional. Los resultados revelaron que el grupo que combinó actividad física y alimentación balanceada mostró una mejora sustancial en los niveles de enzimas hepáticas ALT y AST, indicadores comunes de lesión del hígado.
Los investigadores señalaron que los participantes que siguieron una dieta mediterránea —completa con frutas, verduras, granos enteros, aceite de oliva y pescado— y realizaron al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada a la semana experimentaron la mayor reducción de marcadores inflamatorios, como la proteína C reactiva (CRP). Al analizar las ultrasonografías hepáticas, también se observó una disminución en la evidencia de acumulación de grasa en el hígado (esteatosis) en el grupo combinado.
El impacto del ejercicio por sí solo también fue notable: se registraron mejoras moderadas en los niveles de ALT y AST, pero más pronunciadas cuando se combinó con la dieta. En cuanto a la sola dieta mediterránea, los beneficios se centraron principalmente en la reducción de la inflamación sistémica y en la mejora del perfil lipídico.
Los expertos advierten que, aunque estos hallazgos refuerzan la importancia de un estilo de vida activo y sano, no sustituyen el hecho de limitar el consumo de alcohol. De hecho, el grupo control mostró la menor mejora, lo que sugiere que la abstinencia o la reducción del consumo siguen siendo fundamentales para la salud hepática a largo plazo.
Para los que buscan replicar estos efectos, los profesionales recomiendan incorporar al menos 150 minutos de actividad física moderada semanal—por ejemplo, caminar rápido, natación o ciclismo— y seguir una dieta mediterránea característica: abundantes frutas y verduras, legumbres, frutos secos, granos enteros, aceite de oliva como aceite principal, pescado al menos dos veces por semana y consumo moderado de vino tinto. Además, se aconseja controlar el consumo de alcohol y realizar auto‑chequeos de salud hepática con el médico de familia.