Dos años después de la ofensiva del 7 de octubre, la cifra de muertos, heridos y desplazados en Gaza sigue escalando, dejando un saldo de decenas de miles de víctimas y un tejido social roto.
A dos años del ataque de Hamas al día del 7 de octubre, la zona de Gaza se ha convertido en el epicentro de la más larga y mortal guerra de la región. En las cifras que arroja el Observatorio de Derechos Humanos y el Relámpago de la ONU, se contabiliza alrededor de 35 000 palestinos muertes y alrededor de 70 000 heridos, cifras que superan el doble de las que se reportaron cuando el conflicto empezó.
El número de desplazados internos ha alcanzado los 1.3 millones, que representan el 60 por ciento de la población de Gaza. Según la Agencia de Naciones Unidas, > 40 000 hogares han quedado destruidos y más de 8 500 escuelas y centros institucionales fueron dañados, dejando a la población sin acceso a educación ni a servicios básicos.
El impacto en la infraestructura critica es catastrófico: la red eléctrica perdió el 80 por ciento de su capacidad, el agua potable solo alcanza una disponibilidad de 55 por ciento y se han agotado los suministros de sanidad, con sólo 4 000 quirófanos de operación a su disposición.
Los militares israelíes sufrieron cifras más contenidas: se registran aproximadamente 350 bajas, incluidas 200 militares y 150 civiles, aunque numerosas personas siguen capturadas desde la ofensiva inicial.
La comunidad internacional la llama a una paz urgente. El Secretario General de la ONU pidió un cese al fuego permanente en un discurso de acceso a la ONU en Nueva York, reiterando la necesidad de ayuda humanitaria inmediata y la creación de corredores de evacuación.
El saldo humano y material es una cifra que el mundo está obligado a reconocer. Los líderes de la región y la comunidad internacional deben actuar con rapidez, antes de que más vidas se sumen a las pérdidas registradas y que el futuro de Gaza se pierda en la oscuridad.
El pasado fin de semana, el mundo observó la primera reunión entre los ministros de las Naciones Unidas y las partes en conflicto, en la que se acordó una “interesa urgente” para abrir corredores de ayuda y una posible tregua para los rehenes.
Los hechos que se conocen hasta la fecha destacan la magnitud del sufrimiento: 30 000 muertes humanas, 8 000 edificios civiles destruidos, 2 000 bombardeos de infraestructura crítica y un saldo de 5 000 rehenes aún capturados. La cifra sigue en aumento y la necesidad de una solución diplomática nunca ha sido más crítica.