La proteína, ese viejo mito que promete músculos de hierro y juventud eterna, tiene un lado oscuro: lo que no te venden es que más proteína puede ser un acelerador de los años. Descubre el chiste científico que está sacudiendo a los fanáticos del superalimento.
Mucho ruido alrededor: la proteína se vende como el Santo Remedio de la Juventud.
Sin embargo, la ciencia de hoy dice que un exceso puede convertirse en un acelerador de los años, y eso no es un chiste de gimnasio.
El factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1) se dispara con dietas altas en proteína animal, y estudios han vinculado este aumento a la contracción de los telómeros, los protectores de nuestro ADN.
Un trabajo publicado en el Journal of Gerontology en 2023 encontró que los adultos que consumían más del doble de la cantidad diaria recomendada mostraron niveles de IGF-1 10 % superiores y una mayor marcación de senescencia celular.
Además, la sobrecarga de proteína pone a prueba los riñones, elevando la tasa de filtración glomerular y, a largo plazo, puede provocar daño renal progresivo.
Las proteínas vegetales, por otro lado, provocan una respuesta de IGF-1 mucho más moderada, lo que las convierte en una opción más amigable para el longevidad.
Las guías nutricionales actuales recomiendan alrededor de 0,8 g de proteína por kilogramo de peso vivo para la mayoría de los adultos; algunos grupos, como los ancianos, podrían beneficiarse de 1,0‑1,2 g/kg, siempre con un consumo equilibrado de frutas, verduras y carbohidratos complejos.
Así que, si tu objetivo es sentirte fuerte sin convertir tus años en una factura médica, controla la porción de carne y opta por legumbres, semillas y cereales integrales.
Recuerda que la cantidad no siempre es la clave; la calidad y balanceo con otros nutrientes son los verdaderos héroes de la longevidad.