Desde la década de 1970 la bacteria E. coli, a pesar de su reputación como patógeno, se ha convertido en una herramienta esencial para la ciencia. Ha permitido la producción de insulina humana, el desarrollo de terapias génicas, la creación de vacunas y avances en edición genética, convirtiéndose en un motor de innovación que sigue transformando la medicina y la industria biotecnológica.
Un modelo histórico de investigación
E. coli fue aislada por primera vez en 1885 y, a lo largo del siglo XX, se consolidó como el organismo modelo por su rápido crecimiento y facilidad de manipulación genética. Su genoma completo fue secuenciado en 1997, proporcionando una hoja de ruta para innumerables proyectos.
Revolución en la producción de fármacos
En 1982 se logró producir insulina humana recombinante en E. coli, marcando el inicio de la biotecnología farmacéutica moderna. Posteriormente, en 1985, se sintetizó la hormona de crecimiento humano mediante la misma bacteria, ampliando el catálogo de terapias biológicas.
Base de la biología molecular y la ingeniería genética
Los descubrimientos de las enzimas de restricción a finales de los años 1970 se realizaron en E. coli, sentando las bases para la clonación de ADN. La bacteria también fue clave en la creación de los primeros vectores plasmídicos y en la optimización de la técnica de PCR.
Plataforma para la edición genética
En la década de 2010, E. coli se utilizó como sistema de prueba para la herramienta CRISPR‑Cas9, permitiendo validar guías de edición antes de aplicarlas en células humanas. Este paso facilitó el desarrollo de terapias génicas y de edición dirigida.
Innovación en biología sintética
Recientemente, la bacteria ha sido empleada como “chasis” en proyectos de biología sintética, donde se diseñan circuitos genéticos para producir biofuel, bioplásticos y compuestos farmacéuticos de alto valor. Su capacidad de ser programada a nivel genético la mantiene en la vanguardia de la investigación.