Tras la victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales del 22 de octubre de 2025, el entusiasmo por un acuerdo político con el ex presidente Mauricio Macri y los gobernadores provinciales se desploma. La falta de consenso y la debilidad de varios mandatarios provinciales dificultan la concreción de una agenda nacional de unidad.
Contexto electoral
El 22 de octubre de 2025 los argentinos eligieron a Javier Milei como presidente, obteniendo más del 46 % de los votos válidos en segunda vuelta. Su discurso libertario y de fuerte crítica al Estado generó amplias expectativas de alianzas para impulsar reformas económicas.
El acuerdo propuesto con Mauricio Macri
En los días posteriores a la victoria, el equipo de Milei mantuvo conversaciones con el ex presidente Mauricio Macri y con varios gobernadores provinciales, buscando un pacto de “unidad de gobierno” que permitiría al Ejecutivo contar con mayor respaldo en el Congreso. El objetivo era elaborar una agenda de descentralización fiscal y reforma tributaria que superara la fragmentación política.
Desvanecimiento del entusiasmo
Sin embargo, la euforia inicial se disipó rápidamente. Los sectores peronistas y los liberales más firmes mostraron resistencia a cualquier acuerdo que incluyera a Macri, a quien todavía se les asocia con las políticas de corte centrista de la década pasada. Además, el Congreso permanece dominado por una bancada fragmentada que complica la aprobación de reformas estructurales.
Gobernadores: una base debilitada
Según un análisis de La Nación, de los 23 gobernadores electos, solo nueve lograron consolidar un mandato sólido en sus provincias. Los demás, con mayorías estrechas o gobiernos de coalición, se encuentran en posición de negociación reducida, lo que debilita aún más la posibilidad de un bloque provincial que respalde al Ejecutivo.
Implicancias para la política nacional
La falta de un acuerdo amplio obliga a Milei a depender de su propia bancada y de alianzas puntuales en el Senado, lo que puede retrasar la agenda reformista. Asimismo, la polarización entre el oficialismo y la oposición se acentúa, aumentando la probabilidad de conflictos legislativos y de maniobras de negociación en cada proyecto de ley.