En la cumbre del G20 celebrada en Sudáfrica, Argentina decidió no suscribir la declaración final, argumentando la existencia de “líneas rojas” que el país considera inaceptables. El diplomático Quirno explicó los motivos y los riesgos de apoyar un texto que, según Buenos Aires, vulnera principios fundamentales de política internacional.
Contexto del G20 2025
El Grupo de los Veinte (G20) reúne a las principales economías del mundo para debatir sobre crecimiento económico, estabilidad financiera y desafíos globales como el cambio climático y la seguridad alimentaria. La vigésima edición se llevó a cabo del 15 al 16 de noviembre de 2025 en Sudáfrica, convirtiéndose en el foro donde se definieron los compromisos para los próximos años.
Postura de Argentina
Durante la última jornada, los delegados firmaron una declaración conjunta que recoge los acuerdos alcanzados en las diversas mesas de trabajo. Argentina, sin embargo, optó por no firmar el documento, señalando que contenía disposiciones que cruzaban sus “líneas rojas”. Esta decisión marcó una ruptura con la práctica habitual de consenso que caracteriza al G20.
Qué indicó Quirno
El portavoz argentino, Quirno, aclaró que las “líneas rojas” identificadas se refieren a puntos sensibles para la política exterior de Argentina, entre los que se incluyen la postura frente a sanciones internacionales, la defensa de la soberanía energética y el respeto a los derechos humanos. Según él, firmar la declaración sin una revisión adecuada implicaría una contradicción con los principios que el país sostiene en sus relaciones internacionales.
Implicancias y reacciones
La ausencia de la firma argentina generó diversas reacciones entre los demás líderes. Algunos consideraron la medida como una señal de firmeza en la defensa de los intereses nacionales, mientras que otros expresaron preocupación por la posible fractura del consenso en temas críticos como la reforma del sistema financiero internacional.
Analistas señalan que la postura argentina podría influir en futuras negociaciones del G20, poniendo de relieve la necesidad de mayor flexibilidad en la redacción de los textos finales para acomodar a los países con posturas divergentes.