El estrés y la ansiedad pueden manifestarse como síntomas corporales que imitan enfermedades comunes, dificultando su diagnóstico. Este artículo explica cómo distinguir estos trastornos mentales de afecciones físicas, describe los signos más frecuentes y ofrece recomendaciones para buscar ayuda profesional a tiempo.
¿Qué son el estrés y la ansiedad?
El estrés es la respuesta fisiológica y psicológica ante una situación percibida como amenazante o demandante. La ansiedad se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente que supera la razón y genera malestar.
Por qué se “disfrazan” de enfermedades físicas
Ambas condiciones activan el eje hipotálamo‑hipófiso‑suprarrenal, liberando hormonas como el cortisol y la adrenalina. Estas sustancias alteran funciones corporales y pueden producir síntomas que simulan patologías reales, fenómeno conocido como somatización.
Síntomas físicos más comunes
- Dolor de cabeza tensional: sensación de presión alrededor de la cabeza.
- Problemas gastrointestinales: dolor abdominal, diarrea, estreñimiento o síndrome de intestino irritable.
- Dolores musculares y articulares: tensión en cuello, hombros y espalda.
- Palpitaciones y taquicardia: latidos rápidos sin causa cardiaca aparente.
- Problemas respiratorios: sensación de falta de aire o hiperventilación.
- Alteraciones del sueño: insomnio o sueño no reparador.
- Erupciones cutáneas: brotes de eczema o urticaria sin desencadenante alérgico.
Cómo identificar si el origen es mental
1. Temporalidad: los síntomas aparecen o empeoran en situaciones estresantes.
2. Ausencia de hallazgos médicos: exámenes clínicos y de laboratorio normales.
3. Coincidencia con síntomas emocionales: irritabilidad, inquietud, pensamientos catastróficos.
4. Mejora con técnicas de relajación: respiración profunda, meditación o actividad física.
Cuándo y cómo buscar ayuda profesional
Si los síntomas persisten más de dos semanas, interfieren con la vida diaria o generan temor, es fundamental consultar a un médico de cabecera. El profesional puede derivar a un psicólogo o psiquiatra para una evaluación completa y, si es necesario, iniciar terapia cognitivo‑conductual o tratamiento farmacológico.
Recomendaciones para prevenir la somatización
- Practicar ejercicio regular al menos 30 minutos al día.
- Adoptar técnicas de manejo del estrés, como mindfulness o yoga.
- Establecer rutinas de sueño de 7‑9 horas.
- Mantener una alimentación equilibrada rica en frutas, verduras y omega‑3.
- Buscar apoyo social: conversar con familiares o grupos de apoyo.