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Deficiencia de vitaminas y su vínculo con la depresión: lo que revela la ciencia

Investigaciones recientes confirman que la falta de vitaminas esenciales, como la D, B12, B6 y ácido fólico, incrementa notablemente el riesgo de padecer depresión. Expertos explican los mecanismos biológicos, los grupos más vulnerables y cómo una nutrición adecuada puede ser una pieza clave en la prevención y el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo.

El vínculo entre vitaminas y salud mental

Estudios publicados entre 2022 y 2024, en revistas como The Lancet Psychiatry y JAMA Psychiatry, encuentran que una deficiencia de vitaminas D, B12, B6 y ácido fólico está asociada a un mayor riesgo de depresión clínica. La vitamina D, conocida por su papel en la regulación del calcio y el sistema inmune, también modula la producción de serotonina, neurotransmisor clave en el estado de ánimo.

¿Por qué ocurre?

Las vitaminas B participan en la síntesis de neurotransmisores y en la metilación del ADN, procesos esenciales para la función cerebral. Cuando los niveles son bajos, se altera la disponibilidad de serotonina, dopamina y norepinefrina, lo que puede desencadenar síntomas depresivos.

Grupos más vulnerables

  • Adultos mayores: la absorción de vitamina B12 disminuye con la edad.
  • Personas con dietas restrictivas: veganos y vegetarianos pueden presentar déficit de B12 si no complementan.
  • Pacientes con obesidad: la vitamina D se almacena en el tejido adiposo, reduciendo su disponibilidad en sangre.
  • Personas con trastornos gastrointestinales: enfermedad celíaca, Crohn o uso prolongado de inhibidores de bomba de protones.

Indicadores y datos clave

Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 10% de la población mundial sufre de depresión. En la misma línea, la prevalencia de deficiencia de vitamina D se estima entre el 20% y el 40% en adultos, mientras que la carencia de B12 afecta a entre el 6% y el 15% de los mayores de 60 años.

Cómo actuar: prevención y tratamiento

Los expertos recomiendan:

  1. Realizar análisis de sangre para medir niveles de vitamina D, B12, B6 y ácido fólico.
  2. Incorporar alimentos ricos en estas vitaminas: pescados grasos, huevo, lácteos, legumbres, hojas verdes y cereales fortificados.
  3. Considerar suplementación bajo supervisión médica, especialmente en invierno o en grupos de riesgo.
  4. Complementar la nutrición con ejercicio regular y exposición moderada al sol, dos factores que potencian la síntesis de vitamina D.

Conclusión

La evidencia científica sitúa a la nutrición como un aliado fundamental en la lucha contra la depresión. Detectar y corregir la deficiencia de vitaminas no solo mejora el estado de ánimo, sino que contribuye a la salud integral del cerebro.