Un año después del inesperado colapso del gobierno de al‑Assad, Siria vive una mezcla de festejo y desafío: desfiles militares, esperanzas de reconstrucción y una profunda división social que evidencia los retos de medio siglo de autoritarismo.
Un aniversario marcado por desfiles y símbolos de cambio
El 8 de diciembre de 2025, ciudades como Damasco y Alepo se llenaron de imágenes de desfiles militares, tanques y bandas tocando marchas que celebran la “nueva era” de Siria. Según Cadena 3 Argentina, el desfile contó con la participación de fuerzas armadas bajo el mando de la coalición provisional, bajo la observación de delegaciones internacionales que acompañan el proceso de transición política.
Reconciliación y reconstrucción: un camino cuesta arriba
Informes de La Nación, BBC e Infobae coinciden en que, pese a la euforia oficial, el país sigue afrontando una devastación estructural. Tras 50 años de un régimen centralizado, la infraestructura básica – hospitales, escuelas y redes eléctricas – apenas empieza a recibir inversión. Se estima que al menos el 60 % de la población vive aún en viviendas dañadas o incompletas.
Desafíos económicos y sociales
El sector económico muestra señales de recuperación tímida: la tasa de desempleo se ubica alrededor del 35 %, y la inflación supera el 150 % anual, según datos preliminares del Ministerio de Finanzas de la nueva autoridad. La escasez de alimentos y combustible sigue generando protestas en zonas rurales, mientras que los desplazados internos buscan regresar a sus hogares.
El ex presidente Bashar al‑Assad en el exilio
Reportes de Euronews indican que Bashar al‑Assad reside actualmente en Moscú, bajo protección de autoridades rusas. Los medios describen su vida como discreta, pero mencionan que mantiene contactos con facciones leales dentro de Siria, lo que complica los procesos de reconciliación y desarme.
Perspectivas a futuro
Los analistas internacionales advierten que la estabilidad dependerá de la capacidad de los nuevos dirigentes para integrar a los diferentes grupos étnicos y religiosos, gestionar la ayuda humanitaria y garantizar elecciones transparentes. La comunidad internacional, encabezada por la ONU y la Unión Europea, ha prometido un paquete de asistencia de 3 000 millones de dólares, aunque su desembolso está sujeto a avances en derechos humanos y lucha contra la corrupción.
Conclusión
El primer año tras la caída del régimen de al‑Assad es una mezcla de celebración y cruda realidad. Si bien los desfiles reflejan una esperanza renovada, la reconstrucción física y social de Siria demanda un esfuerzo sostenido y coordinado que aún está por definirse.