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Popocatépetl: el volcán que avisa antes de la erupción

El activo volcán Popocatépetl, situado en la frontera mexicano–estadounidense, mantiene un sistema de monitoreo 24h que alerta sobre cambios sísmicos, emisión de gases y deformación del terreno. Este sistema permite predecir con precisión la fecha probable de erupción y brinda tiempo para evacuaciones seguras, convirtiéndolo en un modelo de vigilancia volcánica

El volcán Popocatépetl, ubicado en la frontera entre México y Estados Unidos, es uno de los más activos del país. Desde su última erupción ligera en enero de 2024, la oficina de vulcanología mantiene un monitoreo continuo mediante equipos de sismología, GPS y sensores de gases. Este sistema permite detectar cambios en la actividad sísmica, la deformación del terreno y la emisión de gases como dióxido de carbono y cloro. Cuando se produce un aumento repentino en la actividad sísmica, los expertos suben al siguiente nivel de alerta. El esquema de colores más utilizado en México comprende verde, amarillo, naranja y rojo; cada nivel indica el riesgo de una erupción probable. En los últimos años, el volcán ha mostrado una serie de erupciones menores, con flujos piroclásticos que alcanzan la zona de la Reserva de la Biosfera del Nevado de Toluca. Cuando el nivel llega al rojo, las estadísticas históricas del Centro Nacional de Información Sísmica y Vulcanológica indican que la probabilidad de una erupción real alcanza casi el 90 % en las próximas 48 horas. Las autoridades locales reciben la información en tiempo real y pueden implementar planes de evacuación para proteger a las comunidades cercanas. Además de los datos sísmicos, la vigilancia de la presión del magma mediante modelos geomecánicos ayuda a prever la profundidad a la que puede acumularse el material explosivo. En la práctica, la combinación de señales se interpreta como un aviso del volcán que le advierte a la población y a los investigadores que la erupción es casi inevitable. En marzo de 2024, Popocatépetl entró al nivel rojo tras una series de terremotos profundos; la erupción siguió 20 horas después, con la expulsión de ceniza que alcanzó los 2 km de altura. Los científicos continúan afinando los modelos predictivos, lo que permite una mayor precisión en la fecha y la magnitud de las erupciones futuras.

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