El universo está dando que hablar. La llamada ‘Anomalía del Atlántico Sur’, esa brecha magnética donde el campo de la Tierra se rinde a la pereza, sigue alargando su gamba. El resultado? Satélites que piensan que están en pleno cielo, se encuentran con que el suelo está iluminado de manera extraña, y la NASA se despierta en medio de la noche con un fuerte timbre.
La brecha magnética que no sabe decir adiós
En el corazón del Atlántico, una zona donde la gravedad de la Tierra deja de dar la mano se expande como un globo de helio sin pilas. Se extiende entre 20°S y 30°S, 20°W y 60°E y ahora abarca unos 5.5 millones de kilómetros cuadrados, más del 10 % que hacía 10 años.
El centro de la brecha se ha desplazado 3 kilómetros hacia el norte cada año, un ritmo suficiente para que el GPS y la comunicación satelital hagan una pausa incómoda. Satélites como COSMOS‑247, Iridium 33 y la serie NOAA 20 llegan a pasarse por la zona y reciben una dosis extra de radiación que a veces termina quitándoles el aire fresco.
El programa Swarm de la ESA, en órbita desde 2013, lo ha estado vigilando desde la distancia con sensores de magnitudes precisas. En 2024, sus datos mostraron que el tamaño de la anomalía crecerá 5 % en la próxima década, algo que se traduce en más “bajones” inesperados para la industria de los satélites.
Mientras tanto, la NASA ha puesto una “máxima alerta” sobre lo que llaman una “gran tormenta geomagnética” que, según sus modelos, volverá a Argentina como lo hizo en 1955. Los equipos de control de satélites deben estar alerta para evitar que las estaciones aéreas perigan sus flotas.
En fin, la Tierra está de vacaciones en su propia capa protectora y los satélites están tomando apuntes en la pared. Cuando sea su turno, basta decir que el planeta es un poco perezoso.