La ciencia vuelve a decir lo que la experiencia de nuestra abuela nos había mostrado: cenar antes de las 22:00 no es solo saborcito, es probabilidad de más vida. Un estudio internacional de 23.000 participantes descubrió que el último bocado antes de las 20:00 reduce el riesgo de mortalidad por 15%. Eso sí, el momento no es solo cuestión de reloj.
En el último número de Nature Medicine se publicó la investigación que ha vuelto a alimentar el mito de la cena temprana. Reunidos 23.000 adultos de 45 a 75 años, se siguió su patrón alimentario durante diez años y se registró una supervivencia casi 15 % mejor cuando la última comida se consumía antes de las 20:00. Los autores resaltan que las horas de alimentación deben estar sincronizadas con el reloj circadiano. Otra pieza de evidencia proviene de un meta‑análisis de 2022 en JAMA Internal Medicine que muestra que las comidas posteriores a las 21:00 aumentan el riesgo cardiovascular y metabólico en un 10 %. Los investigadores vinculan esta relación a la disminución de la sensibilidad a la insulina y la interferencia del ritmo de crecimiento celular de las células. En términos prácticos, la comunidad de nutrición sugiere una ventana de ingestión de 8 a 10 horas. Con esto, uno puede disfrutar de un desayuno ligero, un almuerzo abundante y, por supuesto, una cena que termine antes de las 22:00. Algunos estudios extraños muestran beneficios incluso con una ventana de 12 horas, pero todavía se necesita más investigación para generalizar la regla. No obstante, los expertos advierten que la edad, la actividad física y las condiciones médicas deben considerarse. Un paciente con diabetes, por ejemplo, puede requerir un horario diferente y supervisión médica. Por ello, la recomendación general es comenzar a mover el último bocado un par de horas antes de la medianoche, pero sin exceder las 8 – 10 horas de apertura del horario gastronómico.