A inicios de 2025 los mercados financieros internacionales celebran una recuperación de la deuda argentina y la entrada de capitales, mientras que indicadores macroeconómicos locales revelan una contracción del PIB, inflación desbordada y alta tasa de desempleo, una brecha que alimenta el debate sobre la verdadera salud de la economía del país.
En los últimos meses la ‘City’ londinense ha mostrado un notable optimismo respecto a Argentina. Según el banco de inversión Citi, los bonos soberanos emitidos en 2024 han registrado una apreciación de cerca del 12% y los flujos de inversión extranjera directa superaron los 800 millones de dólares en el primer trimestre de 2025, impulsados por la reestructuración de la deuda externa y la promesa de nuevas reformas fiscales. El informe de Citi, citado por La Nación, detalla una hoja de ruta que incluye la consolidación del déficit fiscal alrededor del 4,3 % del PIB, la preservación de reservas internacionales en torno a los 4,5 billones de dólares y la implementación de un marco tributario más amplio para aumentar la recaudación. Sin embargo, la realidad macroeconómica interior pinta un panorama diferente. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó que el Producto Interno Bruto argentino cayó un 2,2 % interanual en el primer trimestre de 2025, marcando una segunda caída consecutiva tras la recesión de 2023‑2024. La inflación se ubicó en el 214 % a nivel anual, erosionando el poder adquisitivo de los hogares y encareciendo los costos de producción. El desempleo alcanzó el 10,5 % y la informalidad laboral superó el 38 %, según datos del Ministerio de Trabajo. Estas cifras, publicadas también por Momentum y la página 12, generan una serie de interrogantes sobre la sostenibilidad del optimismo financiero: ¿los nuevos flujos de capital serán suficientes para revertir la caída de la actividad productiva? ¿Las reformas anunciadas podrán estabilizar la moneda y contener la espiral inflacionaria? La Fundación Mediterránea, en su análisis disponible en mercado.com.ar, advierte que la brecha entre la percepción de los mercados internacionales y la realidad de la economía real podría intensificar la volatilidad y dificultar la confianza interna, especialmente si los ajustes políticos y sociales no acompañan las medidas técnicas. En este contexto, analistas locales subrayan la necesidad de una política económica integral que combine la disciplina fiscal con programas de apoyo al empleo y la producción, de modo que la euforia de la City se convierta en un motor real de recuperación y no en una burbuja especulativa aislada.