A los 97 años, Ruth Morton rompió el silencio de más de cuatro décadas y reveló su papel como agente del MI6 en la Guerra de Malvinas, donde desde un escondite bajo un edificio en ruinas observó los movimientos de la flota submarina argentina en la base naval de Mar del Plata.
Un testimonio inesperado después de 43 años
El 23 de diciembre de 2025, la ciudadana uruguaya Ruth Morton, de 97 años, confesó ante el periodista británico Graham Bound que, durante la Guerra de las Malvinas, trabajó como espía para el servicio de inteligencia británico (MI6). Su relato, publicado en el programa radial “Outlook” de la BBC, detalla una operación clandestina que consistió en vigilar la base naval de Mar del Plata y reportar los desplazamientos de tres submarinos argentinos: ARA Santa Fe, ARA San Luis y ARA Santiago del Estero.
Un legado familiar de espionaje
Morton explicó que su incorporación al espionaje no fue casual. Su padre, Eddie Morton, había trabajado para la oficina central del Ferrocarril de Montevideo durante la Segunda Guerra Mundial, una fachada para actividades de inteligencia británica. En 1939 reclutó a sus dos hermanas mayores para interceptar y traducir mensajes secretos tras la invasión nazi a Varsovia. Ruth, con apenas 11 años, ya ayudaba anotando indicaciones telefónicas palabra por palabra.
La misión en Mar del Plata
En 1982, a los 53 años, casada y con una hija, Ruth fue convocada por su hermana Miriam, contadora de la embajada británica en Montevideo. Ambas viajaron a Buenos Aires y, bajo la premisa de que Ruth pasaría desapercibida, se instaló en un escondite improvisado bajo las tablas de un edificio parcialmente destruido en la costa marplatense. Desde allí, a “unos cientos de metros” de los submarinos, arrastrándose por un estrecho túnel arenoso, observaba sus movimientos.
Las condiciones eran extremas: el espacio era tan reducido que no podía sentarse, lo que le provocó ampollas y heridas en rodillas y codos. A pesar del malestar, cumplió con la tarea, enviando la información mediante un operativo de comunicaciones cifradas. Cada avistamiento relevante la obligaba a tomar dos autobuses hacia el interior de la provincia, usar un teléfono público y contactar a un intermediario anglo‑argentino que le suministraba un nuevo número de enlace con un agente británico, bajo la supervisión de la operativa “Claire”.
Problemas económicos y un inesperado aliado animal
Cuando los fondos destinados a la operación desaparecieron, Morton empezó a tejer gorros con la inscripción “Mar del Plata” y los vendía a través del portero de un hotel local para subsistir. En una noche, un disparo proveniente de un barco impactó a su escondite, alcanzando a un carpincho que acompañaba al puesto de vigilancia y salvándole la vida al absorber el proyectil. Tras este incidente, la agente “Claire” le ordenó abandonar el puesto.
Reconocimientos y legado
Al concluir la guerra, el MI6 le entregó un reconocimiento firmado y un bol de plata, gesto que Morton describió como incómodo porque nunca buscó recompensas ni notoriedad. Su testimonio aporta nuevos detalles sobre la red de espionaje civil que Gran Bretaña mantuvo en el Atlántico Sur durante el conflicto, confirmando la magnitud de la inteligencia británica en la zona.
Fuentes originales
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