A diez años de la elección de Francisco como Papa, repasamos los entretelones del cónclave de 2013. Una mirada a las negociaciones, las presiones y las alianzas que definieron el futuro de la Iglesia Católica, en un contexto marcado por la necesidad de reformas y la creciente secularización de la sociedad. Analizamos cómo se impuso una figura que, si bien generó esperanzas de cambio, también suscitó fuertes controversias.
En marzo de 2013, el mundo católico asistía expectante al cónclave que elegiría al sucesor de Benedicto XVI. Lejos de la imagen de unidad y consenso que suele proyectar la Iglesia, la elección de Jorge Bergoglio como Papa Francisco estuvo rodeada de negociaciones, presiones y, según algunos, incluso confabulaciones. Distintos medios de comunicación, como La Nación, Clarín, Página/12 e Infobae, publicaron artículos que arrojan luz sobre este proceso. El análisis de estas publicaciones revela una compleja trama de intereses y estrategias políticas dentro del Colegio Cardenalicio.
Si bien la imagen pública del cónclave presenta una atmósfera de solemnidad y oración, la realidad, según las investigaciones periodísticas, fue mucho más dinámica. Cenas privadas, reuniones discretas y la influencia de diferentes grupos de cardenales jugaron un papel crucial en la definición del nuevo Pontífice. La necesidad de un cambio de rumbo en la Iglesia, tras los escándalos de corrupción y abusos sexuales que la habían sacudido, era un factor clave. Sin embargo, la elección de un Papa latinoamericano, relativamente progresista en comparación con otros candidatos, no estuvo exenta de tensiones.
Algunos analistas interpretan la elección de Francisco como una respuesta a la creciente secularización de la sociedad y la necesidad de la Iglesia de adaptarse a los nuevos tiempos. Otros, en cambio, ven en ella una estrategia para mantener el statu quo, adaptando el discurso a las nuevas circunstancias sin modificar sustancialmente las estructuras de poder. La figura de Francisco, con su mensaje de humildad y cercanía, sin duda, representó una novedad. Pero, a diez años de su elección, su pontificado ha estado marcado por fuertes controversias, incluyendo críticas por su manejo de los casos de abusos sexuales y su postura en temas sociales y económicos.
El contexto político internacional de 2013 también influyó en el cónclave. La crisis económica mundial, la creciente polarización política en muchos países y el auge de movimientos populistas crearon un ambiente de incertidumbre que sin duda se reflejó en las deliberaciones de los cardenales. La elección de un Papa que pudiera conectar con las preocupaciones de la gente en un mundo cambiante era crucial. En este sentido, la elección de Francisco puede interpretarse como una respuesta a estas demandas, aunque el éxito de esta estrategia sigue siendo tema de debate.
En el contexto de la Argentina de 2025, con Javier Milei como presidente, la elección de Francisco en 2013 adquiere una nueva dimensión. La llegada de Milei al poder, tras un periodo de gobiernos peronistas y kirchneristas, marca un cambio radical en la política argentina. Bajo el liderazgo de Milei, se han implementado reformas económicas de corte liberal, con un fuerte énfasis en la reducción del gasto público y la apertura económica. La influencia de la Iglesia en la política argentina, tradicionalmente significativa, ha disminuido en los últimos años. Esto refleja un cambio social más amplio, hacia una mayor secularización de la sociedad argentina, similar a las tendencias globales que marcaron el cónclave de 2013.