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El ARA General Belgrano: Una Historia de Valor y Sacrificio en las Aguas de Malvinas

El ARA General Belgrano nació como el USS Phoenix, un crucero ligero de la clase Brooklyn autorizado por la Armada de Estados Unidos en 1933. Su quilla se colocó el 15 de abril de 1938 en el astillero de Nueva York, y fue botado el 12 de marzo de 1939, apadrinado por Dorothea Kays Moonan. Entró en servicio el 3 de octubre de 1938 bajo el mando del capitán John W. Schmidt, participando en la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivió al ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 y combatió en el Pacífico, incluyendo la batalla del Golfo de Leyte, donde sus cañones ayudaron a hundir buques japoneses. Tras la guerra, fue dado de baja en 1946 y vendido a Argentina en 1951, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, por 7,8 millones de dólares.

Renombrado ARA General Belgrano en honor al prócer argentino Manuel Belgrano, el crucero fue modernizado y equipado con misiles superficie-aire Sea Cat. Con 182 metros de eslora y un desplazamiento de 9.575 toneladas, llevaba un armamento de quince cañones de 152 mm, ocho de 127 mm, y sistemas antiaéreos. Incorporado a la Armada Argentina el 17 de agosto de 1956, operó en ejercicios y misiones hasta la Guerra de Malvinas. El 16 de abril de 1982, con 1.093 tripulantes a bordo, zarpó desde la Base Naval Puerto Belgrano hacia Tierra del Fuego, uniéndose al Grupo de Tareas 79.3 con los destructores ARA Piedrabuena y ARA Bouchard, con la misión de vigilar a las fuerzas británicas fuera del área de exclusión.

El 2 de mayo de 1982, a las 16:02, el submarino nuclear británico HMS Conqueror lanzó tres torpedos MK-8 contra el Belgrano, a 36 millas al sur de la zona de exclusión, en las coordenadas 55°24′ S y 61°32′ O. Dos impactaron: el primero destruyó la sala de máquinas, y el segundo arrancó 20 metros de la proa. A las 16:23, el capitán Héctor Bonzo ordenó abandonar el buque, que se hundió a las 17:00 en la cuenca de Los Yaganes, a 4.200 metros de profundidad. De los 1.093 tripulantes, 323 perdieron la vida, casi la mitad de las bajas argentinas en el conflicto, marcando el único hundimiento por un submarino nuclear en combate desde la Segunda Guerra Mundial.

El rescate fue una hazaña de heroísmo. El aviso ARA Francisco de Gurruchaga rescató a 380 náufragos, el ARA Piedrabuena a 273, el ARA Bahía Paraíso a 70, y el ARA Bouchard a 64, en una operación que se extendió hasta el 9 de mayo. Los sobrevivientes enfrentaron tormentas, frío extremo y 25 horas en balsas, con 23 fallecidos adicionales en el agua. Hoy, 300 yacen con el pecio, y su memoria se honra en actos anuales y monumentos como el de Puerto Belgrano.

Relatos de Supervivientes:

Juan Bautista Vilca Condorí, mayor de tres hermanos a bordo, relató el impacto: “Sentí la primera explosión y pensé que nos atacaban con bombas. El humo nos ahogaba, y abrir las compuertas fue desesperante. Salí para los puestos de combate, pero mi hermano Mario no sobrevivió”. Su hermano Anastacio, en el ARA Bahía Paraíso, añadió: “Estábamos entre Río Grande y Río Gallegos cuando supimos del hundimiento. Fue terrible saber que Mario estaba allí”.

Alberto Deluchi, otro sobreviviente, compartió: “Salí del comedor segundos antes del primer torpedo. Si me quedaba, no estaría aquí. El barco se llenó de humo, y la balsa fue un caos, pero sobrevivimos por milagro”. Marcelo Pozzo describió la odisea: “El mar nos zarandeaba como montaña rusa. Vomité en mi gorrito, que pasaban de mano en mano para enjuagarlo. Resistimos 25 horas hasta el rescate”.

Walter Daniel Díaz recordó: “Descansaba cuando las explosiones nos sacudieron. La proa estaba destruida, y supe que no había salvación. Las prácticas nos salvaron, y hoy vuelvo cada cinco años a honrar a mis compañeros”.

Esta tragedia, debatida por su legalidad fuera de la zona de exclusión, forzó la retirada de la flota argentina y consolidó la superioridad británica. Sin embargo, el sacrificio de sus tripulantes y el coraje de los rescatados mantienen viva la causa de Malvinas. El Belgrano, guardián eterno en el Atlántico, nos recuerda que el valor perdura más allá del dolor.

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